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"Camine despacio" es un re-enacment del performance "365 días", que perteneció a una serie de performance presentados para la muestra Actos de Fabulación en el año 2000. La acción inicial consistió en parar 365 huevos durante el transcurso de 12 horas en el Museo de Arte Contemporáneo de Santa Marta. En esta ocasión, el performance se adapta a un nuevo contexto histórico-espacio-temporal, en donde la circularidad de espacio físico original se pierde, generando obligatoriamente una nueva concepción en relación a la acción. Adaptarse a un contexto nuevo es una característica que parece incitar bastantes discusiones en relación al "re-actuación" de un performance, precisamente porque se ha establecido un vinculo estrecho entre el uno y el otro, en donde el contexto le da el peso conceptual al performance y a la vez una relevancia histórica que difícilmente puede ser agenciada en otro momento y en otro lugar. "Camine despacio" es entonces un intento por retransmitir la relevancia del equilibrio y el balance en relación estrecha con la fragilidad de la vida, retomando también la temporalidad lenta que requiere el ejercicio. El ejercicio de "parar huevos" deriva de la práctica de la danza butoh, a través de la cual el aprendiz entiende la sincronicidad que existe entre un cuerpo y otro, y cómo la verticalidad es lograda en la medida exacta en que ambos cuerpos estén en perfecta armonía/equilibrio con el entorno y consigo mismos. En esta ocasión, el performance adquiere una nueva forma para darle paso a una construcción mas contemporánea, mediada también por la exhibición Arte ≠ Vida. El tiempo circular y biológico contemplado en "365 días", se transforma en un tiempo lineal que responde a la temporalidad urbana, insertando igualmente un ciclo básico de 365 días, que se compone y descompone cada vez que el cuerpo logra parar 30 o 31 huevos. Esta acción se repite 12 veces hasta completar el ciclo completo de un año. El público durante el performance se convertirá en un cuerpo que no solo "contempla" la acción: el público irrumpe al caminar, o permite la verticalidad al caminar más despacio; es el público quien determina la vida de la obra, generando una resonancia clara con la forma como transitamos por la vida y cómo nuestro transito afecta simultáneamente el mundo que nos rodea. 
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